Impresión

 

"Impression, soleil levant" obra de Claude Monet

Porque no es el paisaje. 

Es la impresión de ese paisaje la que nos besa con sacudidas electrizantes, nos abraza y acaricia, nos imprime el matiz, rasgo poco perceptible que infunde carácter al alma, nos eleva con energía depurada a un plano en donde vemos un lugar, en todo momento, de día, de noche, en invierno y en verano, al amanecer y al atardecer, siempre hermoso paisaje.

Es el dejar atrás los puertos y las fábricas, la cotidianidad, lo trivial, para adentrarse en uno mismo a crearse su mundo y a su estilo.  Es pausar las horas, ritmo infinito, navegar en el color y dejarse absorber por sus efectos luminosos, vivir la luz de reflejos solares o la lluvia de estrellas o la luna en la niebla. 

Es escribir tu historia con pincel.

Son pinceladas que ondean en el lienzo de mar, los verdes y azules se convierten en caminos por los que dejarse llevar. Los brillos disparan destellos armoniosos y el cálido sonido real o imaginado que produce, invita a visualizar notas claras de bemoles y bailarinas sombras borrosas. 

Manchas amarillentas sin nenúfares.

Volveremos a ser lo que fuimos, dentro de un nuevo paisaje de atrevido cromatismo, apenas un color es la clave, porque solo uno se necesita. El movimiento perpetuo del oleaje bajo el esplendor solar, que a diario nos induce a avanzar, del hoy al mañana, en la inaudita solitud del compositor de texturas líquidas que define con pinceladas libres y rápidas.

Ráfagas de luz, sofisticada naturalidad.

Reflejos únicos, efímeros e irrepetibles. 
Nos dejamos seducir por captar la luz, la del instante, al compás de la naturaleza de la vida, la que no avanza de modo constante pero sí imparcial y en donde cada momento es mágico y distinto al anterior y que ha de ser captado a través de la sutileza sublime y poco definida.

Es esa loca impresión que nos produce.