Amigos y seguidores

11/4/11

Las jirafas de Conrad


Fernández, usted se ocupará de las jirafas!!


Cuando el jefe soltó esa frase, todo lo que yo sabía sobre jirafas era poco más que lo que puede saber un niño de primaria, que eran unos mamíferos africanos con el cuello muy largo.

Pero como mi trabajo es ese precisamente, hacer aquello que nadie sabe hacer, me dispuse a llamar a mi amigo Luis cuyo primo conoce a un amigo que conocía a un tal Conrad, un especialista en localizar animales salvajes.

Tuve muchísima suerte porque al parecer Conrad es un tipo de esos que ahora está y mañana no y pude hablar con él enseguida. Me asombró su eficiencia y su aspecto, más de agente de seguros que de expedicionario de safaris, lo que me hizo recelar. A la mañana siguiente, puntual como un clavo, se presentó en el almacén con dos ejemplares preciosos de jirafa, eso sí, debía de pagarle por adelantado y al contado. ¡Menudo tipejo raro ese Conrad!

Me dejó a las dos jirafas diciéndome que debía alimentarlas con hojas de acacia o de las que fueran, pero preferentemente de acacia que eran sus favoritas y que si se las colocaba, las hojas, a una cierta altura mucho mejor, así no tenían que esforzarse en agachar el cuello nada más que para beber agua, que eso las ponía muy nerviosas. Necesitaban unos 20 o 30 kilos diarios de hojas tiernas ¡de dónde sacaba yo tanta hoja! Ese era mi problema, me dijo Conrad, él sólo suministraba animales, la alimentación corría a cargo del cliente.


Volví a recurrir a mis contactos y en poco más de dos horas ya tenía en el almacén 300 kilos de ramas de la poda de árboles de la ciudad, unas colgaderas para ponerlas y unos bidones con 100 litros de agua, suponiendo que con eso tendría suficiente para los cuatro días que había pagado por tenerlas. Pero me equivoqué.


Hoy no, Fernández, mañana haremos la toma de las jirafas ¡y llévelas de aquí, por Dios, huelen que apestan!. Eso me dijo el primer día y algo parecido al siguiente y lo malo es que los animalitos ya se habían acabado casi todas las reservas, habían puesto el almacén lleno de heces y empezaban a ponerse nerviosas.


¿Parques y Jardines?, oiga ¿no tendrán por ahí algunos kilitos de restos de poda?, es que tengo unos animalillos que alimentar y necesitaría hojas ... ¡casi nada, una vagatela! unos 300 kilos poco más o menos ... Oiga, que no, que no estoy de cachondeo (aquí les suelto toda la historia) ... que no tienen tantos kilos, bueno, con los que tengan me las arreglaré.


Visitaba el almacén dos veces al día, para asegurarme de que todo marchaba bien y de que Manolo, el empleado del zoo, se había ocupado de adecentarlas y cuidarlas debidamente. Desconocía por completo el modo de vida de esos animales, pero me las imaginaba en la selva al aire libre en la típica imagen que todos tenemos de las jirafas y pensaba en lo terrible que debía ser para ellas estar en aquella situación.


Por fin, el último día, el jefe se dignó rodar la toma de las jirafas y ahí que fuimos Manolo y yo todo el día con ellas por el plató, arriba y abajo, siguiendo sus órdenes. Ahora colocalas aquí, ahora allá, que se muevan, que no caminen hacia la cámara, que no agachen el cuello, que no molesten a la actriz que está muerta de pánico, pónlas en ese rincón que paramos para almorzar. Parece que no tienen muy buen aspecto, dijo el gracioso del cámara a lo que contesté ¡y qué aspecto tendrías tú, amigo, si te encerraran cuatro días en un almacén lleno de mierda!. Después de una jornada agotadora, de horas y horas, el jefe dice aquello de toma válida y ya nos ponemos marchar. Y todo para los escasos 12 minutos que aparecen en la película.



El señor Conrad no está, salió hace dos días a Nueva Zelanda y no vuelve hasta el jueves. La habría matado, pero la chica no tenía ninguna culpa ¡maldito Conrad! ¿y ahora que hago yo tres días más con las jirafas?, el del almacén quiere cobrar más dinero y que se lo deje todo como una patena y los animalitos están muertos de hambre otra vez. El jefe dice que no paga más días de alquiler del almacén y que me deshaga de las jirafas y a mi me da que el mister Conrad no vuelve hasta que no haya capturado canguros o vete a saber qué.


Manolo ¿no tendrás un hueco en el zoo para un par de jirafas?, venga hombre, que sólo serán dos días como mucho... te recuerdo que aún me debes el favor del chimpancé ... vale, nos vemos allí.


Aquella noche, me las encontré con los cuellos enlazados haciéndose mimos la una a la otra. Me conmovió su ternura, así que fui a buscar la cámara de fotos al coche y monté el trípode. Cuando Manolo llegó, me encontró haciéndoles una foto de recuerdo. ¡Qué hermosos animales! dije y ellas me sonrieron.



14 comentarios:

  1. Logrado relato naturalista de un comportamiento muy artificial: la obsesión humana por crear imágenes a costa de seres que nunca debieron de perder su libertad salvaje...aunque, al menos, las jirafas siempre nos podrán mirar por encima del hombro.
    Saludos, Montse.

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  2. El detalle final me ha encantado, me gustan mucho los mimos ;)

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  3. Jo, qué original el tema y qué bonito el relato. Tendrá segunda parte?

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  4. Javier los humanos parece que estamos al margen de la naturaleza y que, además, queremos controlarla a toda costa, incluso a costa de la libertad.
    Ni de niña me gustaron los animales del zoo, el hecho de verlos encarcelados para disfrute humano me parecía feo y ahora me lo sigue pareciendo.

    Las jirafas pueden mirarnos por encima del hombro ¡jajaja, muy bueno!, me encanta tu sentido del humor y tus frases frescas.

    Un abrazo!

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  5. ¡Pues muchos mimitos para tí, Pixel!!!

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  6. Gracias, guapetona!!!
    No lo he escrito pensando en una segunda parte, sólo es un relato corto y muy inspirado en la fotografía que, por cierto, me encanta.

    Besitos, Drea

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  7. Que bueno que te inspiro la fotografía, que como muy bien dices es preciosa... tu relato en conmovedor, viendo como las dos jirafas se daban mimos, me entraban ganas de llevármelas a la sabana para que tuvieran un lugar donde amarse...

    besos

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  8. conrad? ÉSE conrad? seguro no vuelve, así que quedémonos con las jirafas mimosas.

    estupenda historia, hermosa foto!
    mil besos*

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  9. Teresa es que se las ve muy dulces, ya también me las llevaría a su África natal para que vivieran felices.

    Muchos besitos y mimitos!!

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  10. ¡A saber dónde está Conrad! jajaja... Rayuela ¿nos las quedamos?, bueno yo no que si comen tanto me dejan sin jardín en dos días ¡y eso sí que no!

    Un besito ^_^

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  11. ayyy, pues si os cansáis u os vais de vacaciones, enviarme las jirafas, que la pongo en mi terraza, me subo a un taburete y enlazadas las tres, nos hacemos mimos ;) . Mira, que son graciosas

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  12. Jajaja, pues te iban a poner buena la terraza con sus necesidades, que deben ser muchas y con el cuello tan largo que tienen se comerían los geranios de la vecina y creo que no le iba a hacer ninguna gracia.
    Mejor nos hacemos un safari tod@os y las llevamos a la selva ¿no?

    Besitos, Pixel

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  13. Venga va, la idea del safari me ha gustado más

    Besos

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  14. ¡Marchando una de safariii! jeje

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