El atípico veranito del 2020

  

Todo empezó, ya sabemos cuando, cuando nos anunciaron que estábamos en alerta por el Coronavirus, el Covid19 o como coj.... se llame, el caso es que nos tuvimos que confinar. 

Y así, metidos en casa y muertos de miedo mientras unos veían perder su trabajo, otros han podido hacer teletrabajo como yo, otros han soportado un Erte y los sanitarios o personal imprescindible ocupaban sus puestos expuestos al virus, héroes dignos de nuestra admiración, hemos pasado lo peor de esta pesadilla.

Lo primero fue ir al super a proveerse y, no se sabe el motivo, el papel de wc desapareció de inmediato. Me pregunto, como mucha gente, si ese papel es realmente el producto más necesario en nuestras vidas ¡no tengo respuesta!

En casa nos dedicamos a esterilizar y descontaminar todo aquello que venía de afuera, con tal afán y determinación que el hall se parecía más a una central nuclear que a un recibidor de casa. Bolsas, productos, monedero, llaves, zapatos ¡todo pasaba por el agua con lejía! y, por supuesto, chorros de gel en las manos y guantes y mascarillas.

Aburridos de tanto tiempo libre, ordenamos nuestros armarios, altillos y trasteros ¡la de cosas inútiles que se almacenan!

También una limpieza a fondo de toda la casa, hasta dejarla como los chorros del oro o como una patena de limpia.

El teletrabajo tiene la pega de que te llaman a cualquier hora del día y los e-mails llegan constantemente, en la oficina los lees y contestas cuando estás allí, en casa estás siempre. Hay que hacer el horario normal o de lo contrario trabajas más horas al día.

Desde el principio y durante las distintas etapas del desconfinamiento, incluso ahora, salir a la calle es vivir en una peli de ciencia-ficción, en un Walking Dead real porque vamos todos como zombies tratando de volver a la "nueva" normalidad, que la llaman así por no decirnos que ya no vamos a volver a vivir como antes, porque las cosas han cambiado.

Y como todo cambio, traerá cosas peores y cosas mejores, son estas últimas las que nos tienen que impulsar a seguir adelante y mirar al futuro siempre de manera optimista.

Después de casi tres meses he podido ir a la montaña, a mi jardín, que estaba lleno de hierbajos y algunas plantas moribundas por falta de riego, pero mejor de lo que pensaba, así que estoy feliz y también por hacer vacaciones, atípicas, divididas en dos etapas, en un verano anómalo de estos años veinte que puede que no sean esos "felices años 20" que imaginábamos pero que igualmente vamos a disfrutar todo lo que podamos.

Feliz verano y cuidaros mucho!!