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31/10/19

FOTO-CUENTO de terror : LA FABRICA III


Cuando pudimos recuperarnos, Javi nos dijo que su plan acababa ahí, que era habernos llevado a esa fábrica en ruinas y contarnos la leyenda, pero lo que habíamos visto y escuchado aquella noche superaba todas sus espectativas. ¡Y las nuestras! le dijimos.

La terrorífica noche de Halloween podía haber llegado a su fin, sin embargo fue entonces cuando les dije que teníamos que ir a la casa de Don Emilio a averiguar lo sucedido, porque había tenido una idea, una señal que quería comprobar y que podía ser la respuesta a todo aquel misterio.

- ¿Una señal? - me preguntó Paula

- Sí - dije - En la nave de hilados había dos carretes que aún consevaban algo de hilo de color azul que llamaron mi atención, no sé por qué. Después, cuando vimos a la niña, observé que su vestido era azul y el gesto que nos hizo no era un saludo, era para señalarnos que nos fijáramos en el color.

- ¡Cómo se te va la olla, Miki! - exclamó Javi

- ¿Qué? - dijo Sergi, siempre pragmático - ¿Ahora jugamos al "veo-veo" buscando algo azul? ¡Venga ya, tío!

- Si vamos, os lo cuento - dije.

Primero no estaban muy predispuestos, pero acabé por convencerlos. Cogimos la furgoneta y Javi nos condujo hasta la casa, que estaba en el pueblo de al lado y que encontramos a duras penas porque estaba medio escondida entre la maleza, abandonada totalmente.

Era un caserón enorme, de piedra, con una escalera en la entrada, que ya imponía nada más verla. La puerta tenía forzada la cerradura, eso nos permitió entrar, llenos de curiosidad e inmersos en el miedo que todavía llevábamos en el cuerpo.



- ¿Habéis visto estos caretos de piedra? ¡son flipantes! - exclamó Sergi.

- Esto se parece más a lo uno espera encontrar un Halloween - dijo Javi con risa temblorosa, mientras accedíamos al vestíbulo, una estancia enorme con una impresionante escalera en el centro y dos espacios, uno a cada lado, cerrados con doble puerta corredera. 

- Veamos si aquí está el despacho - dije, al tiempo que abría la de la derecha.

Imagen de Internet
La estancia, que parecía haber sido el despacho, estaba totalmente vacía. Fue una decepción, como también lo fue encontrar el resto de la casa en el mismo estado, lo cual no era extraño teniendo en cuenta que había sido abierta y desvalijada hacía tiempo.

- Tendremos que volver a la fábrica - dije

- ¡Ni de coña! - exclamó Paula.

- ¡Tu estás fumao, o algo! - dijo Javi

- Veréis, hay que encontrar la póliza del seguro y eso tiene que estar en el despacho, si no está aquí es que está en la fábrica, allí nadie ha entrado a desvalijar nada ¡está allí seguro! - dije.

- ¿La póliza del seguro? ¿Y eso qué tiene que ver con el azul?

- Mucho, Sergi, mucho - contesté - Cuando Javi nos contó que hasta los del seguro habían dictaminado que el incendio fue un accidente, estaba viendo los carretes y me vino a la mente que, teniendo en cuenta que la mayoría de las compañías aseguradoras tienen un logo azul, al ver el hilo y luego a la niña, de pronto todo encajaba ¡el móvil del crimen era el seguro! - y añadí - por eso es importante encontrar esa póliza, en ella sabremos quién se beneficiaba en caso de accidente.

Me costó bastante convencerlos, yo mismo me repetía que debíamos olvidarnos del asunto, pero la idea de vivir una experiencia totalmente friki pudo más que nuestro miedo, así que volvimos a la fábrica.

Foto de Internet

Todo estaba en silencio, no había indicios de nada, parecía como si todo lo que habíamos experimentado apenas unas horas antes no hubiera sucedido, lo que nos dió cierta confianza.

Llegamos al edificio de las oficinas y entre los escombros de objetos y papeles calcinados, encontramos unas hojas de papel aún legibles que, por una extraña casualidad, eran los que íbamos buscando, los de la póliza del seguro. Y nuestra sopresa fue saber que eran los trabajadores de la fábrica los beneficiarios.

- No tiene sentido - dije - ¿Por qué Don Emilio les hizo beneficiarios si tanto los detestaba? y por cierto - añadí - ¿murió Don Emilio en el incendio?

- ¡Ostras, sí! - exclamó Javi - Seguro que fue él quien lo provocó, estando tan desquiciado como estaba, no creo que le importara lo más mínimo morir también, con tal de castigar a los trabajadores que tenían secuestrada a su hija.

- ¡Vete a saber si la habían asesinado! - dijo Paula - Imagínate que Don Emilio hubiera encontrado el cadáver de Rosita.

- A ver, a ver - la interrumpió Sergi -  Rosita desaparece, Don Emilio culpa a los trabajadores y les hace la vida imposible hasta que la encuentra muerta y por venganza decide provocar un incendio, en el que moriría él también. Y por otro lado, el dinero del seguro iría a manos de los familiares que les permitió empezar la nueva vida dedicada al turismo rural que llevan ahora. ¡Y todo arreglado!

- Buen análisis, tío - dije - pero hay cosas que todavía no me cuadran, por ejemplo ¿A qué viene tanto miedo y recelo por parte de los del pueblo si son inocentes? ¿Y qué me decís de lo que hemos visto y oído esta noche?



Estabamos haciendo diversas conjeturas cuando una repentina ráfaga de viento nos puso en estado de alerta. Vimos que los cuatro relojes que había colgados en la pared empezaban a hacer girar sus manecillas a gran velocidad, al derecho y al revés, como si se hubieran vuelto locas.
Pero lo que realmente nos dejó atónitos fue cuando nuestros teléfonos sonaron al mismo tiempo, como si estuvieran interferidos. Nos miramos unos a otros, aterrorizados, y escuchamos, al unísono, una voz infantil diciendo: "Estoy aquí, no tengo ojos, pero os veo, os siento".

De nuevo salimos corriendo de allí, mientras sobre nosotros se desataba una oleada de sombras, gritos, alaridos, ruidos de las máquinas y todo aquello que ya habíamos experimentado antes añadiéndole la extraña presencia que notábamos que nos perseguía y que nos decía, entre susurros: "Soy yo, yo lo hice todo, se lo merecían, todos eran malos, muy malos".

Aquella huída por entre las naves de la fábrica parecía interminable, corríamos desenfrenados y sin embargo no llegábamos nunca a la salida, parecíamos las manecillas de aquellos relojes dando vueltas sin fin. Paula dió un traspié y se cayó, yo, que estaba a su lado la ayudé a levantarse y en esa mirada hacia atrás es cuando la vi. Era la misma que había visto en la ventana, apenas una silueta difuminada, pero que ya no tenía el aspecto de una pobre niña, todo lo contrario, daba miedo. Tenía las manos extendidas hacia mi como si quisiera agarrarme y pude sentir su escalofriante mirada de cuencas sin ojos, clavada en mí, desafiante.

- ¡No mires atrás! - le grité a Paula.

No lo hizo, ni los demás tampoco, sólo corríamos mientras seguíamos escuchando esa voz de la niña que, ahora con risa diabólica, decía : "Maté a papi, era malo y tonto, había dejado el dinero al pueblo porque a mi no me quería, él sólo quería a mamá. ¡Por eso lo maté!. Y maté a los empleados ¡me odiaban! esos pobres y asustadizos ya estaban medio muertos en vida, fue divertido, jaja! y así seguirán. ¡Todo el que entre aquí morirá! ¡Y vosotros también!. No os veo, pero os siento.

Su amenaza causó efecto en nosotros que, sin saber cómo, conseguimos salir de allí. Nada más cruzar las vallas de la fábrica, todo se desvaneció y se hizo un inmenso silencio. No pudimos hablar del tema hasta la mañana siguiente. Llegamos a la conclusión, aún impactados, de haber resuelto el misterio o gran parte de él y prometimos no hablar de ello fuera de nosotros cuatro, tal y como hacían todos en aquel pueblo. Era mejor así.

- ¡Miki, ha sido OMG!- me dijo Sergi, de vuelta a casa - Sin tí nunca habríamos tenido la noche de Halloween más terrorífica de nuestra vida.

- Sí, estuviste tope, tio - dijo Paula - Hemos pasado mucho miedo, a cero coma de que nos diera un paro o algo. ¡Ha molado mazo!

Para ellos, fue eso, una alucinante noche de Halloween que nunca olvidarán. Para mi fue mucho más, porque ellos no la vieron como yo, no habían notado su presencia como yo desde el principio, ni adviertieron su llamada y después no la vieron de cerca, no sintieron su mirada, no vieron que, en el fondo negro de aquellas cuencas vacías que eran sus ojos, estaba el mal, el auténtico mal que habitaba dentro de ella.
Aún la veo, en mis noches de pesadillas, y aún resuenan sus palabras en la oscuridad:  "Estoy aquí, no tengo ojos pero te veo, te siento".


11 comentarios:

  1. ¡¡Joder Montse!! Y perdona por la expresión, un cuento terrorífico como para no dormir. Muy bueno y excelente cuento de terror y suspense.
    Un fuerte abrazo querida amiga.

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    1. Celebro que te haya gustado!
      Hacía tiempo que no escribía un relato así, me ha llevado tiempo planificarlo pero lo he pasado fenomenal, así que me satisface saber que ha gustado.
      Mil gracias y un montón de besos.

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  2. Querida Montse, me encanta la historia aunque sea un poco tenebrosa, feliz fin de semana. Besin enorme.

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    1. Bueno, una historia de miedo tiene que dar miedo ;)
      Mil besinos, querida Lola.

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  3. Madre mía que miedo... que escalofríos. Besos.

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    1. Bueno, bueno, Teresa, ya ha acabado, ahora espero que no tengas pesadillas por las noches, jeje.
      Mil besitos, guapa.

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  4. Montse fabulosamente inquietante. me ha encantado. Besetes

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    1. Mil gracias, amigo Raúl, me encanta saber que te ha gustado.
      Besetes.

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  5. Muchas gracias, Agnes.
    Y muchos besos!!

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  6. Saldríá una buena película. Un saludo

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    1. Hola Susana, gracias por la visita. Me alegra que te haya gustado este cuento terrorífico!
      Un besito.

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