Universo invertido

Obra "Agua y fuego" de autor desconocido ¡mira que me fastidia que no pongan el autor!

Ladeaba la cabeza a babor y me asomaba sigiloso a la ventana, con la certeza de encontrarme con la noche oscura y oceánica para darle mi afectuosa bienvenida. Calculaba los espacios de rincones grises, los ritmos que hacen las sombras con las luces de las farolas de la calle, el ruidito de los pasos de un transeúnte despistado y trasnochador, adsorbiendo hasta el más mínimo indicio que llegara de afuera, de allá donde se cierne el silencio.

Vivía entonces muy cerca de la plaza, en un barrio tranquilo de una ciudad cualquiera, en el primer piso y sin ascensor. 

Dormía de día y escribía de noche, en un universo invertido. Cenaba al amanecer y me acostaba cuando la esfera, esa que nos cuenta los momentos vividos pero nunca nos dice lo que nos restan por vivir, disparaba la alarma a todos los demás y ellos, ingenuos, corrían, saltaban, reían, comían, lloraban, gritaban, gemían, todos juntos, a galope y en tropel.

Soñaba entonces muy cerca del círculo vital, en un baile de colores de una nube cualquiera, en el más alto nivel de elevación. 

Porque las noches eran enteramente mías. La elegancia del silencio quedaba envuelta en el frágil equilibrio de las sombras, mejoraba mi visión la ausencia de luz, filtrándome deliciosas y subliminales fantasías. Era un soñar despierto, era vivir sumido en un sueño.

Y, así, embriagado en la negra noche, escribí el mejor de mis poemas.