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17/5/11

Las jirafas de Conrad II



Habían pasado seis días desde la noche que me hice la fotografía con las jirafas, cuando Conrad me llamó.


No hizo falta que dijera quien era, a través de la pronunciación enseguida supe que era él, nada más escuchar aquel ¿Ferdnandes?. El mismo, le contesté y eschuché un ¿Ein? al que respondí de inmediato: Sí, amigo Conrad, soy Fernández, el de las jirafas ¿Se acuerda de ellas?.


Me contó, muy a su manera, una historia increíble sobre que había ido a Nueva Zelanda a buscar una especie rara de animal, y aquí ya me perdí porque el nombrecito que soltó a mi me sonó a chino, que le había costado muchísimo encontrarla y por eso había tenido que quedarse más tiempo de lo previsto.


¿Y las jirafas? Le insistí. No estaba nada preocupado por las jirafas, me dijo, confiaba en que yo habría resuelto el problema ¡pero qué morro tenía! Añadió que lamentaba lo ocurrido, pero no mencionó nada sobre abonarme el dinero que me estaba costando a mí ese “implaneado” suyo.


Y entonces vino el bombazo…


Amigou Ferdnandes, dijo, tiene que hacertme un favor. ¡Era el colmo! Ese tipo no tenía límites, no habíamos resuelto el problema y ya me estaba pidiendo un favor ¡a que no me paga! pensé.


¿Ein? solté. Ahora era yo el que no entendía, pero Conrad, al otro lado del teléfono, me lo propuso como si fuera la cosa más natural del mundo ¿podía llevarle las jirafas a Huambo? ¿Y dónde está eso? me pregunté a mí mismo mientras casi me caigo de la silla en donde estaba sentado. ¡La madre que lo … ! si Conrad hubiera estado a mi lado me lo como con patatas.


Pero él seguía hablando y me lo iba poniendo cada vez más fácil. Huambo es una ciudad de Angola, cerca del Congo, con una red ferroviaria que lleva hasta allí. El viaje era sencillo, me explicó, se tomaba un avión hasta el Congo, luego el tren hasta Huambo y allí él me estaría esperando para hacerse cargo de las jirafas. Su secretaria Rachel se ocuparía de todos los trámites y del pago completo, yo tan sólo debía acompañar a las jirafas en el viaje, con ello le ahorraba el tener que venir a Europa a recogerlas.


Bueno, bien pensado, un viajecito gratis a Africa no estaba tan mal, así que me convenció y acepté ¡realmente ese tipo era muy especial!


Conrad volvió a asombrarme con su eficiencia y eso me hacía pensar que yo debía actuar también con la misma celeridad, porque esa misma tarde recibí un sobre certificado con el billete de avión, en donde se incluía la facturación de mis dos amiguitas de cuello largo, otro tanto para el tren angoleño, un recibo del pago de un camión para recoger a los animalitos y 2000 euros en efectivo con una notita que decía : para alimentación de jirafas. Así, sin más. Ya empezaba a caerme bien ese hombre.


Mis dos amigas las jirafas al parecer se habían acostumbrado a vivir en el zoo, pues tenían muy buen aspecto. Las visitaba regularmente y siempre se mostraban muy cariñosas. Se había entablado una curiosa amistad entre ellas, yo y mi amigo Manolo, que por cierto aún no me había contado como se las arreglaba para que estuvieran allí. Manolo quedó estupefacto cuando le dije que me las llevaba a Africa yo mismo ¿tú estás loco o qué? fue lo primero que me soltó mientras se llevaba las manos a la cabeza. Cuando supo toda la historia se quedó muy serio, demasiado diría yo y no sé si era porque no la había entendido o porque no quería desprenderse de aquellos tiernos animalitos, el caso es que dijo ¡yo no lo haría!


Pero yo sí, le contesté. Y así fue.



Continuará...



9 comentarios:

  1. Qué bien, segunda parte y las que nos esperan.

    Por cierto, que beso más tierno recibe la jirafa bebé, jejejeje

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  2. Jajaja, tu me animaste Drea!!

    Besitos!

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  3. Pixel Pues no sé si muchas porque voy escribiendo a ratos, de los pocos libres que me quedan...

    La fotografía es un amor!!

    Besitos tiernos de jirafa madre "pa" ni niña.

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  4. Así me gusta Teresa que te animes a venirte a la selva conmigo ¡y con las jirafas, claro!

    Besitos, guapa.

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  5. pero Fernández! habíamos decidido quedarnos con las jirafas en el capítulo anterior!
    perdón, pero estoy hablando con Paul Auster...me reclama un cuaderno rojo...

    mil besos,y continuará...*

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  6. Hola Montse!

    Jo, llevo un tiempo sin pasarme por tu blog!... Llevo un par de meses complicados con el tiempo... Junio y julio me vienen más tranquilos y promete pasarme con mucha más calma por aquí!

    Un abrazo!

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  7. ¡De eso nada, Rayuela! La autora (moi) nunca dijo nada de quedarse con esos dos animalitos ¡imagínatelos comiendose todas mis plantas! Guauuuuu, sólo de pensarlo se me ponen los pelos de punta.
    Jajaja, igual debería llamar a este relato "El cuaderno verde" en honor a Paul Auster y a mi jardín!!

    Besitos, guapa.

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  8. Hola Ricardo!! te he echado de menos, así que espero verte por aquí en los próximos días, jeje... estoy encantada de que vengas cuando quieras y cuando puedas, en eso andamos todos, más o menos.
    Alguien dijo que el auténtico oro de la sociedad actual es "el tiempo" y creo que tiene muchísima razón, es lo más escaso y lo más valioso que tenemos.

    Un besazo!!

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