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2/5/10

La 2ª aventura del mensaje : Primer día




Había perdido totalmente la noción del tiempo, si es que alguna vez la tuve, y me encontraba flotando en medio de aquel inmenso mar azul, sin rumbo y a la deriva, mecido por las olas y amparado dentro de la botella, que se había convertido en mi inseparable compañera de viaje.

Gracias a su transparencia, que me permitía ver el exterior, había distinguido la claridad de los días y la oscuridad de las noches y por eso sabía que habían pasado varios días; pero bien podían haber sido semanas, meses e incluso años. ¡Años!
Y esa idea me tenía aterrorizado, porque a pesar de encontrarme dentro de ella, lo que me daba cierta seguridad, había empezado a comprender que la permanencia prolongada en el mar podía no ser ilimitada y que mi existencia dependía tanto más de su resistencia como de la suerte o el destino.

Recordaba a menudo el tremendo impacto que sentí cuando aquel hombre me lanzó al agua y ese recuerdo me soliviantaba una y otra vez, en las largas noches sin luna, que era cuando el mar parecía mucho más inmenso y desolador.

Mi primer contacto con el mar aquel atardecer, aunque no fue directo, fue una sensación que hizo estremecer mis fibras durante el tiempo que permanecí sumergido en sus frías y oscuras aguas, las cuales se contrajeron hasta tal punto que creí menguar de tamaño y me pareció que el habitáculo se agrandaba mientras sus paredes translúcidas me dejaban ver un último rayo de sol a través del agua.
Para cuando pude conseguir mantener la calma, media botella había salido ya a la superficie y así permanecimos las dos, con una mitad dentro del mar y la otra mitad fuera, flotando en la oscuridad bajo el tenue resplandor de las estrellas. Aquella primera noche fue la más triste y desoladora de cuantas he vivido.

A la mañana siguiente, al salir el sol por el horizonte, el mar se volvió de color azul y a través del cristal de la botella se filtraron los primeros rayos del día iluminándome las fibras y dándome algo del calor que tanto necesitaba. Eso y el suave balanceo de las olas, me tranquilizó.

De repente, un torbellino de agua nos agitó violentamente y empezamos a dar vueltas sobre nosotros mismos como si estuviéramos en un tiovivo de feria. Las olas nos cubrían por momentos y luego nos volvían a sacar a la superficie, en un remolino de espuma blanca.
Sin comprender lo que estaba sucediendo, me asusté, hasta que poco a poco el movimiento se fue suavizando y la botella y yo volvimos a quedarnos suspendidos en las tranquilas aguas.
Este hecho volvió a repetirse unas cuantas veces, hasta que en una de esas ocasiones acerté a vislumbrar una embarcación que se alejaba dejando tras de sí un rastro de espuma que llegaba hasta donde nosotros nos encontrábamos y entonces es cuando comprendí que aquellos remolinos que soportábamos estaban causados por el movimiento que provocan el paso de las embarcaciones.

Traté, no obstante, en cada una de las revueltas de nuestro ir y venir sobre las olas, de mirar hacia el horizonte con la esperanza de ver la playa, sin éxito alguno, y después de que durante todo el día tan sólo había visto mar, cielo y sol, después de sobrellevar los remolinos que se sucedieron a lo largo de la jornada y después de haber superado parte de mis miedos, dejé de mirar buscando inútilmente la costa y me quedé dormido, vencido por el cansancio.
Continuará...

13 comentarios:

  1. Me encanta Montse, sigue así, y como dice Drea, ya tengo intriga también de saber el final. Pero alarga el relato todo lo que puedas con más capítulos, así disfrutaremos más, tú al escribir y nosotros al leerte.
    Y ves buscando un título, que esto tiene pinta de libro...

    Un beso

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  2. Qué guay, sigue así, sigue así, que la intriga ya la has conseguido, jejeje

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  3. Así nos sentimos muchas veces en la vida, como una botella a la deriva en medio del océano. Muy bello, Montse.

    Besos

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  4. Jajaja, Drea, se va poniendo interesante!!!

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  5. Muy bien, Fandestéphane, seguiré tu consejo y lo alargareééééééé hasta que se me acaben las ideas, se seque el océano o se nos rompa la botella ¡que todo podría pasar!

    Besitos intrigantes.

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  6. Pixel, no me esperaba yo que este relato fuera tan intrigante ¡y me parece genial!.
    Claro que seguiré.

    Besos.

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  7. Elvira, tienes razón, así nos sentimos a veces, atrapados en un mar confusos y desamparados ¡pero habrá que seguir adelante!! y llegar a puerto seguro.

    Muchos besos, guapa!

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  8. Me gusta, me gusta!! :-) Y aunque hoy estamos en cuarto menguante, por un momento me sentí transportado a la agobiante soledad de un inmenso, oscuro y frío mar con Luna nueva...

    Sigue así, Montse. Te está quedando genial.

    Besos.

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  9. Me alegra que te guste, Kinezoe y supongo que transportarse en el tiempo y el espacio es algo que nos gusta a los dos, jaja....
    ¿Cuarto menguante?, a ver si menguan mis ideas ¡jolín! y no se me ocurren aventuras.

    Un beso.

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  10. Teresa, el desasosiego en la vida no es bueno, pero en un relato tiene su encanto.
    Tranquila, que nos tomaremos una pequeña pausa.

    Mil besos, guapa.

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  11. Vaya, Montse, me ha encantado, está muy bien escrito... Esa soledad del oceáno... ¿una metáfora de la vida misma?... Un abrazo!

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  12. Ricardo, metafóricamente el inmenso mar siempre ha querido asociarse a la soledad, creo que al contrario está lleno de vida y de esperanza por alcanzar la otra orilla.

    Un abrazo para tí!

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