Tres lobos

Soy joven, fuerte y hermoso.

Mi pelaje de color gris, blanco y canela es suave como la seda y lo mantengo siempre limpio y bien cuidado gracias a que le dedico muchas horas. Brillantes son mis ojos. Tengo los dientes perfectos, blancos y bien afilados. También cuido mis garras para que siempre tengan un aspecto impecable.

Cuando vuelvo de cazar, me voy enseguida a darme un baño en el río y a mi regreso con la manada, todas las hembras se quedan admirando mi elegante porte, entonces me paseo delante de ellas con caminar seductor.

Soy el jefe de la manada.

Mi potente estructura de aspecto fuerte y mi actitud dominante impone respeto. Por ser el jefe, el que tiene más poder, también soy el más rico. Dispongo de una parte mayor de piezas de caza y si me sobra puedo decidir compartirla con mi pareja o dejarla para que los demás se peleen por conseguirla. Organizo las peleas entre los machos, el ritual que debe establecerse y al final incluso, decido quien es el ganador.

Defiendo mi territorio y si algún otro lobo pretende ocupar mi lugar, me defiendo con garras y colmillos hasta la muerte. Y mis aullidos se oyen más allá de donde se pierde la vista.

Soy un lobo.

Uno más entre los demás. Desde mi peldaño en la jerarquía de la manada, observo a los demás para aprender y les conozco a todos por el más mínimo de sus movimientos o por su aullido. Elejí un lugar tranquilo, cerca de la charca, en donde vivo cómodamente. Estoy enamorado de una hembra, pero soy demasiado tímido para acercarme a ella y decírselo.

Las noches de luna llena, siento una extraña sensación y me da por pensar.

Soy un tipo sencillo, un poeta.