Había una vez, en un pueblo muy lejano, un pequeño ratoncito que se llamaba Hamsterito y que vivía una vida tranquila y feliz en su jaula.
Juanito, un chico de diez años, era su amo y señor y que lo tenía como una mascota, viviendo a cuerpo de rey. Nada le faltaba, estaba bien cuidado, tenía una mullida cama de paja, agua y algunas hojas de lechuga. Y cuando Juanito lo sacaba de la jaula, juagaba con él, lo acariciaba y le daba maíz y fresas para comer premiando las piruetas y saltos que daba. ¡Era muy feliz!
Hasta que un día recibió noticias de sus primos de la ciudad, que eran cinco y todos blancos.
Se enteró que vivían en un constante desasosiego a causa de las cosas que les hacían hacer, de los experimentos que sufrían de sus amos y que al parecer hacían en beneficio de su estirpe humana, mientras que ellos eran llamados "conejillos de indias" sin saber por qué, ni que de malo habían hecho para merecer una vida tan desgraciada.
Hamsterito no entendía muy bien lo que les pasaba a sus primos, ni cómo ayudarles, pero estaba preocupado por ellos y empezó a pensar que él también tenía un amo humano, Juanito, que aunque le trataba bien, lo tenía encerrado en una jaula de la que no podía salir sin su permiso.
En cierto modo, también él era tratado como un "conejillo de indias", especialmente cuando Juanito lo disfrazaba de lo que le apetecía y se ría de él, haciéndole sentir ridículo. Antes le había parecido un juego, pero ahora empezaba a pensar que no era libre y que vivía igual de encarcelado que sus primos de la ciudad.
Ahora veía la triste realidad de su existencia por primera vez y las ansias de libertad y de salvar a sus primos se apoderaron de él. Se planteó huir e ir en su busca, en cuanto tuviera la más mínima oportunidad.
Cada noche se iba a dormir soñando con ser libre, viéndose a sí mismo dueño y señor de su vida y, por qué no, de encontrar una pareja con la que formar una familia.
Y con esa ilusión un día consiguió escapar. Salió a toda prisa de la habitación, luego de la casa, del jardín y llegó hasta donde le dieron sus fuerzas, lejos, muy lejos de lo que hasta entonces había sido su hogar. Cansado, se quedó dormido en medio del campo, contemplando la luna.
A la mañana siguiente se sintió mejor que nunca, buscó algo para comer y siguió el camino hacia la ciudad.
Se encontró a un grupo de ratones y entre ellos a una bellísima joven de la que se enamoró al instante. Los ratones, al conocer su historia, quisieron ayudarle a rescatar a sus primos y todos juntos se dirigieron a la ciudad.
En la ciudad contactaron con una comunidad que conocía el laboratorio en donde estaban sus primos, llegar a él no fue difícil y montar un revuelo impresionante son tantos ratones en la sala fue una aventura de lo más excitante para Hamsterito que, finalmente, consiguió rescatar a tres de sus primos, porque dos de ellos no habían sobrevivido a los experimentos. ¡Era un héroe!
Aclamado por todos, él y sus amigos decidieron volver al campo.
Allí, libre y feliz, Hamsterito se atrevió a pedirle la mano a la joven ratita, que aceptó. Se casaron y viven felices y libres desde entonces.
Y colorín, colorado... este cuento se ha acabado!!
Oooooh!!!!!! muchas gracias, al fin conozco el destino de Ramiro II, y me encanta!!!
ResponderEliminarQue no entiendes nada?
Si lees esto lo entenderás
http://embolica.blogspot.com.es/2010/11/el-incierto-destino-de-ramiro-ii.html
Besos
Jajaja, pues mira ahora ya sabes a donde se fue Ramiro II ¡a buscar a su chica, jeje!
EliminarMe ha gustado mucho leer esa entrada :)
Besitos.
cv
ResponderEliminar¿¿??
EliminarYa me explicará, mister Sese, qué quiere decir eso :)
Muy tierno el relato. Me ha gustado Hamsterito... y eso que le tengo fobia a todo lo que se parezca un poco a un ratón, tanto que no puedo ni mirarlos por foto.
ResponderEliminarUn beso Montse
:D
Agradezco el esfuerzo que has tenido que hacer para leer el cuento, saltándote las fotos, jeje.
EliminarYo detesto a las ratas y los ratoncitos me ponen algo nerviosa, pero en foto es otra cosa ¡y estas fotos son tan monas!
Mil besitos, guapa.
Belas fotografias...Espectacular
ResponderEliminarCumprimentos
Fernando estas fotos no son mías y desde luego son espectaculares.
EliminarUn abrazo!!
Yo he tenido muchos Hamsteritos, y también ratones y me encantaba observarlos. También me gustaba hacerles fotos, pero desde luego no eran tan graciosas como estas del cuento.
ResponderEliminarNo me gustan nada los ratoncitos, pero tuve que soportar tener uno en casa por una temporada, por mi hija que se volvía loca por ellos ¡me ponía de los nervios!
EliminarLas fotos son una pasada, he buscado las más bonitas :)
Besitos.