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10/4/14

FOTO-CUENTO : El monje de Güacayán (fin)

Macizo Collsacabra

Pedro se fue a vivir en una cueva de la montaña, lejos de todo, en donde poder reflexionar. Allí comprendió que su licor de güacayán era más prodigioso de lo que él mismo podía imaginar y se sintió sumamente afligido y arrepentido de haber llevado a cabo una venganza tan infame.



Se dispuso a llevar una existencia tranquila hasta el fin de sus días, envuelto en la naturaleza, pero no contó con que sus días serían mucho más que eso, porque pasaron años y años y él seguía con la misma apariencia que cuando dejó el Monasterio para viajar a América, como evidenciaba su cara reflejada en las aguas del río, sin haber bebido licor alguno.
Era como si estuviera otra vez en el punto de partida y como si se le otorgara una segunda oportunidad. Por eso volvió.


Claustro Sant Pau del Camp (Barcelona)
De nuevo entró en la orden del Monasterio, ahora más deteriorado y sobrio, pero que para él era un paraíso, y en el que, ahora sí, debía cumplir una importante misión.
La congregación era otra bien distinta, no en vano habían pasado muchos años, así que su presencia no despertó ningún recelo y él estaba dispuesto a reparar el mal que había causado devolviendo al Monasterio su antiguo esplendor...

- ¡Oh, no!- le interrumpió una de las señoras del grupo - La leyenda cuenta que fue su hijo el que volvió, el que hizo el licor de güacayán que ahora tiene tanta fama.
- Yo he oido eso también - dijo otra.
- Señoras, ya sé que dicen que fue su hijo, pero hay un error, porque Pedro no tuvo hijos - dijo el joven guía.
- De su segunda esposa - añadió otra de las mujeres.

Detalle del Pabellón Sant Leopold del Hospital de Sant Pau (Barcelona)

- Esta que se ve aquí - dijo la que parecía más sabelotodo, señalando una imagen de piedra a un lado de la puerta - la Duquesa de Güacayán.
- Pues mucho me temo, señoras, que andan equivocadas totalmente - dijo Pedro, el guía.
- ¡Quieren hacer el favor de no interrumpir más al chico! - gritó el mismo hombre que antes ya las había regañado.
Y el guía, continuó:
- Esta imagen, como pueden ver por las vestiduras es de una mujer sencilla y no de una duquesa, es de la primera esposa del monje, Gisela, la que murió junto con sus hijos, la que él amaba.

Cuando consiguió restaurar el Monasterio, del que llegó a ser el prior, el huerto y la elaboración de un licor, no el de güacayán, sino uno que tenía muchas propiedades curativas, pero que en modo alguno era aquel milagroso y excepcional, también quiso rehabilitar el castillo, convirtiéndolo en un hospicio y mandó esculpir esta imagen de su amada Gisela, diciendo que era un homenaje a las madres.
Posiblemente eso fue lo que confundiría, siglos después, a decir que era su hijo, pero era él.

Jardín antiguo Hospital de la Santa Creu ( Barcelona)
Ya de nuevo en el claustro, el grupo de jubilados se dispersó, unos descansaban, otros deambulaban entre los pilares haciendo fotos y otros comentaban lo que les había parecido la leyenda que el guía les había contado.
- ¡Qué bonito está todo! - se acercó una a decirle.
- ¡Y qué bonita leyenda!
- El chico sabe un montón, porque nos ha contado una leyenda que no conocíamos ¿verdad? - le preguntó un hombre.
- Joven - dijo otro - ¿Y cómo sabes todas esas cosas del monje?
- ¿Murió aquí, no? - preguntó una señora
- Cuentan que murió habiendo sobrepasado los 100 años y que su espíritu vaga por el Monasterio custodiándolo - se apresuró a decir la sabelotodo.
- No exactamente..
- ¿Ah, no?
- Existe una segunda leyenda, que muy pocos conocen, en la que...
- ¡Anda ya! - dijo el hombre que había estado riñendo cuando le interrumpían  - Y ahora nos cuentas que se hizo el muerto, que se tomó una sobredosis de güacayán y se fue otra vez a América y que volvía, joven y lozano, de siglo en siglo para vigilar el Monasterio.

Detalle del Pabellón Sant Leopold del Hospital de Sant Pau (Barcelona)
- ¿Y esta imagen? - preguntó una de las señoras - ¿es él, es el monje de Güacayán?
- Sí - contestó
- ¡Es él, es él! - gritó una de pronto y de repente todo el grupo se aglomeró junto a Pedro, mirándolo, escudriñando sus facciones y asombrándose del increíble parecido que había entre la imagen de piedra y el joven guía.
- ¡Es igualito! - dijo otra
- ¡Oh, pero si son clavados!
- ¡Y hasta se llaman igual!
- ¡Eres tú, el monje de Güacayán! - exclamó la señora sabelotodo.
- ¡Ay, hija, por Dios, qué atrocidad!

** Fin **

10 comentarios:

  1. Buen final. Pero si el monje era el guía se suicida para no aguantar a las sabelotodos y al cascarrabias. XD

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    1. Jajaja, es verdad, yo de él me habría despeñado por esa montaña.
      Me alegro que te guste el final, que no sé, no sé, podría tener una continuación ¡amenazo con seguir y tenerte en vilo!
      Muchos besos y buen finde.

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  2. Un final genial, se deja abierta la posibilidad, remota y atroz (como dice la señora) de que sea él, ¿será? Yo creo que sí, por eso sabe tanto sobre la leyenda.
    Me ha gustado mucho este relato, ha sido muy entretenido.
    Besos:)

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    1. De eso se trata, Ana, de pasarlo bien :)
      Y de esa atroz y remota posibilidad... ¡me encanta dejarlo en la intriga! jiji.
      Besitos y buen finde, guapa.

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  3. ¡Final abierto con sospecha misteriosa! :D
    Claro, quién iba a conocer mejor la leyenda que el protagonista de la misma.
    Pero ¿te imaginas, Montse, vivir tantos años como para conocer tanto los tiempos de los carruajes como los de los autobses? ¡Sería para volverse loco!

    Te ha salido un cuento muy chulo, y muy botánico, como corresponde aquí :)
    (Y la primera foto, alucinante)

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    1. Sería horrible vivir eternamente y bastante improbable, a no ser que seas un diablo o un botánico, o sea, que tú y yo tenemos posibilidades.
      ¿preparo un brebaje con unas hierbitas y lo intentamos?
      Me alegro que te haya gustado :)
      Buen finde y muchos besos.

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  4. Buenisimo el cuento pero que sepas que debido a este final, esta noche no duermo por tu culpa jjjejje

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    1. ¡Ay, pobrecilla! no sabes lo mal que me sienta pensar que no has podido dormir por culpa mía ¡haberme llamado! te habría cantado una nana, jiji.
      Besitos, guapa.

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  5. El final no podía haber sido mejor. Un beso

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