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6/3/14

FOTO-CUENTO : El monje de Güacayán II

Foto mía en Cavas Codorniu

Era la primera vez que bajaba a la bodega y se quedó atónito ante la impresionante visión de todas aquellas extrañas vasijas del licor que se elaboraba en el Monasterio, que años después sabría que eran de vidrio del bosque, y cuya receta sólo conocían el prior y el monje cocinero.

Alumbrando la estancia con una vela, fue viendo, a medida que avanzaba, filas y filas de esas vasijas y al fondo, un montón de barricas de madera que seguramente también contenían licor y el alambique.


Llegó hasta él y tal y como le había explicado el cocinero, a su lado había una vasija a la que le faltaban dos tercios del contenido y era de la que debía vertir el líquido hasta llenar la que llevaba consigo. Estuvo observando el alambique con curiosidad y recordó entonces las semillas de güacayán que guardaba bajo el hábito y se le ocurrió que podría añadirle unas cuantas a una de las vasijas. Así lo hizo. Tomó una, le extrajo el corcho y le introdujo cuatro semillas, después la colocó en un lugar que pudiera recordar más tarde.

Habría que esperar un tiempo hasta que fermentaran las semillas dentro del licor, después lo daría a beber a los monjes enfermos y averiguar si, en efecto, aquel árbol indio tenía todas esas propiedades curativas que se le atribuían.
Se le antojó que podría hacer su propio licor, si plantaba la mitad de las semillas y reservaba la otra mitad para añadirla al del Monasterio y por primera vez en mucho tiempo se sintió feliz.

Esta foto y la siguiente son de Sant Pau de Camp (Barcelona)

De nuevo volvió sobre sus pasos hasta el claustro y al pasar delante de la Sala Capitular, lugar donde se disponían las tareas y se leían las ordenanzas, supo que estaba dispuesto a llevar a cabo su plan secreto para hacer un bien a aquella comunidad que le había acogido, curarles con su licor de güacayán del mal de los huesos que afectaba a muchos de ellos, pero sin que lo advirtieran, porque manipular el licor original podría ser causa de falta que le llamaría a capítulo.


Aquella noche, al subir a su celda, dió gracias a Dios por haberle iluminado y estaba seguro que las cosas que le habían ocurrido y que le habían llevado hasta allí, habían sido un designio divino. A partir de aquella noche, el monje ya no tuvo pesadillas, por lo menos no aquellas.

Foto Botànic Serrat : Spiraea


A la mañana siguiente plantó las semillas, pero pasaron años hasta que el arbolito de güacayán diera sus primeros frutos y durante ese tiempo el monje se había dedicado a poner unas gotas de su licor en la vasija de la cena, con resultados sorprendentes.

Continuará...

8 comentarios:

  1. Dan ganas de pedirle al Monje unas poquitas de semillas... A ver cómo sigue este cuento tan mágico.
    Las fotografía, como siempre, extraordinarias. Me encanta ese alambique.

    Un beso

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    1. Hay que ponerle misterio al relato, jaja.
      Ese alambique lo vi en una feria, de esas callejeras que montan en los pueblos y me encantó, nunca había visto ninguno.
      Besitos y buen finde!

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  2. Ya me tiene atrapada tu relato, las fotos preciosas. Tendré que agenciarme algo de ese licor de güacayán para ver si hace el milagro con los huesos de mi abuela.
    Saludos
    :)

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    1. ¡Ay, Ana, ojalá fuera un licor auténtico para curar a tu abuela! pero mucho me temo que es un invento mío y no tiene ningún poder curativo ni nada de nada. Bueno, a lo mejor es un poco mágico, porque te atrapa, jeje.
      Besitos.

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  3. ¡Ahgggg como me fastidian los continuara! ¡Qué mala eres Montse! jejje

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    1. ¡Ohh, no soy mala, sólo algo perversa, jaja!!
      Besitos.

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  4. Yo, como siempre llego tarde no tengo que esperar mucho al continuará..., jejeje.

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