La media naranja

Desde que Zeus nos castigó partiéndonos en dos por un rayo, según nos cuenta Platón en su obra "El Banquete", andamos por la vida intentando buscar nuestra "media naranja", una pareja para estar completos.

En ese dichoso banquete, como en casi todos los banquetes en los que se come y bebe en abundancia y en los que se acaba diciendo una sarta de tonterías, Aristófanes explica un mito: 

Según la creencia en un principio los seres humanos tenían tres sexos: masculino, femenino y andrógino. La forma de cada persona era redonda, esférica como una naranja y disponía de dos caras, cuatro piernas y cuatro brazos, una fuerza extraordinaria y mucho orgullo. 

Al parecer los humanos conspiraron contra los dioses y ahí es cuando Zeus los dividió, naciendo el mito de "la media naranja" y ahí apareció la imperiosa  necesidad de querer encontrarse y amarse, de modo que los hombres que provienen de andróginos aman a las mujeres y viceversa, los que provienen de lo masculino aman a los hombres y las que provienen de lo femenino aman a las mujeres.

A lo largo de los siglos la sociedad ha aprovechado este platónico mito, para hacernos sentir incompletos.  Creemos que somos seres "a medias", torpes e inútiles, instados a que realicemos la mitad de las funciones de las que somos capaces. A los hombres se les prohibió utilizar la ternura, la delicadeza, la compasión y sus facultades para la crianza de los hijos y a las mujeres se las vetó en la política, la cultura y todo aquello relacionado con el poder, de modo que cada uno ocupara un lugar concreto en la sociedad y, además, estuviera obsesionado en buscar esa "media naranja" o esa parte de sí mismo de la que no dispone, para complementarse.

Este mito es vigente en nuestros días, no hay más que ver la cantidad de personas que intentan buscar pareja a toda costa y por todos los medios posibles y aunque sí que es verdad que tenemos la necesidad de compartir nuestra vida con otro ser humano, en cuya compañía la vida es mucho más agradable y feliz, esa necesidad es de cariño y de afecto, no algo que nos haga sentir que nuestra vida es más completa, porque somos seres completos por nosotros mismos, por mucho que desde siempre nos quisieran mermar haciéndonos pensar que éramos sólo una mitad.

Es ahora cuando esos roles van desmoronándose poco a poco, cuando vemos hombres sumamente tiernos y mujeres cegadas por el poder. Nos vamos dando cuenta de que no somos una mitad sino un todo y que para ver mejor esa parte de nosotros mismos que no veíamos, sólo tenemos que mirarnos al espejo.