No me gusta conducir de noche, por eso cuando
le dije a Julia que pasaría a recogerla por la urbanización, no me acordé de
que cuando fuera circulando por la carretera ya estaría oscuro y me maldije a
mí mismo. Son de esas cosas que me suelen pasar, olvido los pequeños detalles.
Al salir de la autovía lo vi por primera vez.
Circulaba detrás de mí y me fijé porque era un coche de la misma marca, del
mismo modelo y del mismo color que el mío, lo que no dejaba de ser una curiosa
casualidad.
No veía al conductor. Ya había enfilado la
carretera secundaria, mal asfaltada y sin iluminación pero miraba, de tanto en
tanto, por el retrovisor con cierta curiosidad. No era habitual ver muchos
vehículos en aquella carretera y mucho menos como el mío.
En una curva ligera me adelantó, pero no me
dio tiempo a verle la cara, ni siquiera a averiguar si era hombre o mujer.
Estaba intrigado.
En la rotonda, parado detrás de él, tampoco
tuve suerte, ni en la siguiente curva que fue cuando yo lo adelanté. Al parecer
eso no le gustó porque hizo un adelantamiento temerario para situarse
nuevamente delante y, acto seguido, aceleró y se perdió en la oscuridad.
No me dejo impresionar por ese tipo de
personas que se enfadan al volante, pero mi curiosidad pudo más que mi
prudencia y aceleré hasta alcanzarle. Estaba situado justo detrás y me disponía
a adelantarle con la intención de verle la cara, cuando me acometió de costado.
Sentí el ruido de la chapa rasgándose
por el contacto y, por un leve instante, mientras pasaba por al lado, me
pareció ver su cara. Era un hombre. De pronto volvió a acelerar y desapareció
de mi vista.
Estaba confuso ¿porqué me había embestido?
¿quién era ese hombre?. Me asaltaban un montón de preguntas sin respuesta y apreté
el acelerador.
Fui conduciendo más de un kilómetro sin
encontrarme con aquel vehículo gemelo y a medida que avanzaba aumentaba mi
desesperación y mi velocidad, hasta que volví a verlo, pero esta vez no iba en
la misma dirección, sino que venía en dirección contraria y se abalanzaba sobre
mí, de frente. Los focos me
deslumbraron, igual que yo debía deslumbrarle a él, pero no sé por qué extraña
razón no hice el menor gesto para aminorar la velocidad.
El choque brutal me dejó sin conocimiento y
cuando lo recobré, apenas podía moverme. Intentaba ver a través de la sangre
que manaba de mi rostro, por delante del parabrisas roto, algún indicio del
coche asesino y de su misterioso conductor, pero fue inútil.
Haciendo acopio de todas mis fuerzas, conseguí
salir del coche, ponerme en pie y acercarme a aquel coche destrozado, que
asombrosamente parecía haber sufrido los mismos daños que el mío. Miré con
recelo por la puerta del conductor, para verle la cara, quería decirle algo,
tal vez reprocharle que hubiera provocado el accidente y dar fin a esa insólita
situación.
¡Oh, Dios mío, era yo!
Aquel hombre era yo mismo. Me vi con la cara
ensangrentada encima del volante. Vi que levantaba la vista para mirarme a mí
mismo, en un último soplo de vida, vidriosos los ojos llenos de desesperación,
víctima del accidente que yo mismo había provocado. Antes de expirar, en un
rincón, su ángel yacía traspasado por el dolor en actitud de estar rezando una
plegaria.
Aterrorizado, me di la vuelta para volver a
mi coche y allí me encontré conmigo mismo, en la misma posición exacta que mi
otro yo que acababa de ver morir. Pero yo
aún estaba vivo. El ángel traslúcido se
acercó hasta donde me encontraba, y allí, de pie, delante de mí mismo
moribundo, dejó escapar una lágrima y se arrodilló para rezar.
Y ya no recuerdo nada más, mi mente se quedó
en blanco.
Bueno Montse !!! que buena autora has resultado, me encantó la historia, genial.
ResponderEliminarUn beso desde Aregentina
Me alegro mucho que te haya gustado, Liliana!!
EliminarMuchos besos.
Qué rayada! Esta chulisimo y encierra una moraleja y un doble sentido de los que deberíamos tomar nota para evitar errores que tengan graves consecuencias...
ResponderEliminarSin embargo, a veces es bueno enfrentarse con uno mismo ¡aunque sin llegar a estos extremos, jaja!
EliminarUn besito, guapa :)
Uauuu ! Montse, desconocía esta faceta tuya, muy buen relato, fantástico.
ResponderEliminarFeliç dia.
Pues yo me alegro un montón de que me hayas "descubierto" :)
EliminarMuchos besos!!
Y buen finde!!
¿Cómo lo calificaría? Sí, ¡vertiginosa! :)
ResponderEliminarY cuando leo historias ficticias siempre me gusta saber por qué llegaron a nacer.
¿De qué carretera de la imaginación surgió esta historia, Montse?
Buena pregunta, jeje
Eliminar¡A saber en que recónditos y ocultos lugares de mi cerebro se esconden estas historias que escribo! Ni yo misma lo sé!!
Muchos besos y buen finde :)
Excelente narrativa, Montse.
ResponderEliminarYo mismo he conducido ese coche. Durante unos minutos me has atrapado y devoraba los párrafos con ansiedad. Me ha encantado. Tienes un don para la composición literaria. Yo también disfruto escribiendo de vez en cuando y me has vuelto a despertar el gusanillo.
Un millón de gracias por este ameno rato compartido.
Pues no sabes la alegría que me das con saber que he despertado ese "gusanillo" dormido, Charrancito, porque escribir es un ejercicio que no hay que dejar de practicar.
ResponderEliminarMe encantará leerte!
Un millón de gracias a tí, por tantas alabanzas :)
Besos.