No se cuanto tiempo permanecí allí, encima de la mesa, en aquel cuarto, a oscuras y en una especie de letargo surgido del aburrimiento y a la espera de no se sabía qué. En ese estado me encontraba cuando la puerta se abrió, dejando pasar un tenue hilito de luz, luz que provenía del pasillo y que daba a la habitación, a través de la que pude ver la silueta de una mujer.
Avanzó por la estancia hasta llegar a la ventana y en un movimiento rápido desplazó las gruesas cortinas moradas, una a cada lado del marco de la ventana y entonces del exterior entró una luz brillante e inmensa que iluminó toda la habitación inundándolo de una hermosa claridad. Abrió la ventana y me pareció ver que todo era azul allá fuera, pero no podía estar seguro porque desde donde yo me encontraba no podía verlo por completo, así que era una mera intuición.
Era una mañana hermosa y soleada.
Ella, ahora visible para mí, era una mujer de mediana edad, de aspecto sereno y afable. Tenía los cabellos castaños recogidos en un moño mal sujetado en la nuca que dejaba varios mechones fuera de él, y que jugaban suspendidos mientras ella se agachaba o se levantaba siguiendo sus movimientos.
Muy afanosa, pasaba una gamuza por cuadros, lámparas, repisas, estantes, libros y todo lo que se encontraba en la habitación, hasta que llegó a la mesa.
El bolígrafo, cómplice de mi secreto, cayó al suelo víctima de un descuido y ella lo recogió con naturalidad, depositándolo en la mesa nuevamente.
Sin embargo ese incidente me puso en alerta y estuve inquieto hasta que me asió con la mano izquierda, deslizó la gamuza por la superficie de la mesa con la otra y después me volvió a dejar casi exactamente en donde había estado antes.
Durante este proceso mis fibras estuvieron temblando y aunque estaba dentro de la botella y se supone que eso me protegía no dejaba de pensar en el bolígrafo y en el hipotético caso de hubiera sido yo el que hubiera caído al suelo, el impacto habría hecho que se rompiera mi envoltorio.
Por suerte no fue así y cuando abandonó la habitación me invadió una sensación de alivio.
Pasó todo el día y al atardecer, cuando la luz que entraba por la ventana, aún abierta, se había ido coloreando en dorados, rosas y rojos, el hombre que había escrito el mensaje en mi piel apareció otra vez. Cerró la ventana y la tapó con las cortinas, luego se dirigió a la mesa y tomándome, se aseguró de que el cierre estuviera en buen estado y avanzó hacia la puerta.
Me mareé con el movimiento y las luces, los colores, los ruidos, y de todo lo que fui viendo hasta que estuvimos al aire libre. Aún estando como estaba dentro de mi habitáculo de cristal, pude sentir la brisa fresca y el olor a sal.
Entonces vi la playa, la arena, el mar, el lugar que sería mi morada durante bastante tiempo. Una llanura inmensa azul verdosa que se extendía hasta el infinito en donde los últimos rayos del sol ya se despedían descondiéndose entre las nubes. Las olas hacían un ruido acompasado mientras se balanceaban entre la arena y el mar, estaban coronadas con espuma blanca, tan blanca como había sido mi piel.
Cuando aquel hombre se aproximó a la orilla, descalzo y caminando muy lentamente, lo supe. Supe que me lanzaría a aquellas aguas, que allí empezaba el camino para hacer llegar el mensaje que tenía escrito.
Aquel atardecer comenzaba mi aventura.
Continuará...
Me encanta, Montse. Espero la siguiente... pero no te agobio, ¿eh? Que la inspiración viene cuando quiere y no hay que achucharla. Besos
ResponderEliminarQue historia tan bonita, estoy deseando saber más y que se pronlongue por cuánto más tiempo se pueda.
ResponderEliminarMe tienes intrigado Montse, me gusta como escribes ese relato, y aunque el final tendría que ser que supiéramos lo que pone en el mensaje, la historia que pueda vivir esa hoja de papel dentro de la botella, hace que desee que las vivencias se sucedan durante varias entregas más.
ResponderEliminarSigue así que me encanta
Besos desde la orilla
Me encanta el narrador que tiene esta historia. Es muy original que sea una hoja de papel -convertida ya en mensaje- quien nos va narrando lo acontecido. Lo dicho, muy buen texto.
ResponderEliminarUn beso.
Igual de precioso que el primero, me encanta. Insisto de nuevo en que deberías reunirlas en un libro.
ResponderEliminarJajaja, no me pienso agobiar, Elvira, que eso de agobiarse no va conmigo ya lo sabes.
ResponderEliminarQuería hacerlo más dinámico pero me enrrollo y me enrrollo sin querer, jajaja..
Me alegro que te guste.
Muchos besitos!
Y yo encantada de que te guste, Teresa!!
ResponderEliminarUn besito.
Pixel, no hacía relatos tan largos desde hacía mucho tiempo pero le estoy cogiendo el gusto...me estoy diviertiendo mucho y además saber que os gusta me anima a seguir.
ResponderEliminarUn besito!!
Fandestèphane, has encendido una lucecita en mi cabeza ¡gracias!!!
ResponderEliminarSe me acaba de ocurrir (y esto que quede entre tú y yo) que no necesariamente debe saberse el contenido del mensaje al final ¿y si se supiera antes? las aventuras tendrían más emoción si el mensaje tiene un lugar y una fecha de entrega concreta... y hasta aquí puedo contarte que luego se rompe la gracia!!
Mil besos por tu ayuda.
Kinezoe, esta historia no tendría sentido si no fuera precisamente la hoja de papel el narrador.
ResponderEliminarMe alegra mucho saber que te gusta.
Un besito!
Drea, no descarto la idea de hacer un libro, es más me fascina!!
ResponderEliminarDe momento recopilo lo escrito en este blog a ver si me animo un día de estos, aunque sólo sea por regañarte un ejemplar.
Un beso, preciosa!!
Hermanita, ya ha salido tu vena artística como escritora, porque tienes otras que ya han aflorado, como éste tu blog.
ResponderEliminarEscribir es un placer inmenso, y lo sé por experiencia.
Hacer que el lector entre dentro de la fantasía y ..... emocionarlo, entristecerlo, enamorarlo, intrigarlo y hasta me atrevería a decir, divertirlo, no tiene precio¡¡¡¡¡
Sigue, que realmente - y no hay coba - está muy bien escrito y así tú eres feliz y haces felices a tus compañeros y a mí, por supuesto.
Mª Carmen
¡Ay, Mª Carmen, cuántos halagos!!!
ResponderEliminarDesde niñas hemos sido unas lectoras empedernidas y supongo que eso, al final, se transforma en la necesidad de escribir de dar rienda suelta a lo que pensamos y sentimos ¡un modo de expresión!..¡Caray, un día tengo que escribir sobre esto!!, jajaja....
Un millón de besos (y no me des coba que voy a acabar por créermelo)