Amigos y seguidores

14/6/18

Urbanitísima

Oleo acrílico de Martin Klein

Es una batalla, sincronizada con los tiempos que corren, con los tiempos de los tiempos y con el flujo humano, perdida antes de empezar por la alquimia de lo reemplazable. Nada es indispensable, todo se conecta y desconecta con los ángulos de los rascacielos, en cuyas azoteas hay mundos maravillosos aún por descubrir y de acceso limitado a una selecta minoría.

Voces apasionadas que cantan en of sacudiéndose las lágrimas de una derrota que se filtra por las alcantarillas. Aquellos que todo lo han perdido, los que ya nada esperan, aquellos que existen pero que nadie quiere ver, ignorados por haber hecho un pacto con la tempestad errante.

Otros silban su insolencia fallida, se detienen o caminan siguiendo las luces prisioneras, en una selva que ruge acero y cristal, mientras sus razones se cierran en los círculos del asfalto y sus sentidos se abren ante la extensa avenida de pancartas consejeras, en donde habla la ignorancia mientras la inteligencia calla, escondida en las burbujas del detector de arrogantes que se ha camuflado en las esquinas.

Y a veces se encuentra lo que no se busca. Entonces la noche es día y desaparece la desilusión abriendo un desgastado paso de cebra bajo los pies. Se pueden ver escaparates de poesía, libros que sostienen alimentos prefabricados, construcciones y reconstrucciones, viajeros sin tiquet seducidos por el carnaval urbano, niños de ojos grandes verificadores de las raíces verdes, objetos ambulantes y humeantes que nadan entre la dinámica multitud sin fe.

Todos somos equilibristas de la vida, adaptados a la química, sumisos a la dimensión, desmemoriados, infames solitarios, respiradores metálicos, influenciadores, arquitectos de sombras, catedráticos de bar, amantes locos y locos, locos, locos...




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